El libro

Te echo tanto de menos

que cualquier día reviento.

Y quisiera abrirme,

hacerme pedazos,

dejar de sentir,

no ser nada,

o serlo todo.

Y no me vale solo conmigo,

que quiero contigo

y ser juntos.

Que ser juntos es serlo todo,

al completo.

Y me duele todo este amor que tengo dentro,

que no puedo sacarlo y se está enquistando.

Pero tú ya me has olvidado,

como quien pierde un libro

y no se molesta en buscarlo.

Amor entre colores

¿Te acuerdas cuando nos escapábamos y hacíamos el amor entre colores? Cómo nos colábamos entre caballetes de un edificio ruinoso y jugábamos como cachorros a pintarnos con óleo. Abrazos, besos, caricias, nos comíamos todo para después corrernos uno encima del otro. Y éramos felices con ese juego. Éramos tan felices correteando de un lado a otro, comiéndonos a besos, sonriendo todo el rato. Y nos escondíamos en cualquier rincón, tras los abrigos, cortinas, esquinas, empapando nuestra ropa interior. Solo importaba el amor. El amor y la carne.

El clavo

Como un clavo te llevo en el pecho,

según me muevo así dueles.

El silencio no atrae al olvido,

es más,

pienso en ti a diario.

Y me sorprendo

pronuncando con naturalidad tu nombre,

como si hubiésemos vuelto,

o como si nunca me hubieses dejado.

Y me quedo sola,

y vuelven los malos recuerdos,

y vuelve a doler ese clavo.

 

Hasta que tú quieras, claro.

Vas quitando nuestras fotos poco a poco, como si no fuese a darme cuenta. Estás allanando el terreno para presentar a esa otra. ¿Piensas que así es más fácil? ¿Que sentiré menos dolor? No lo haces por mí, lo haces para que no te salpique. Que nos hemos vuelto desconocidos que ni se hablan. Que las cosas no van bien y ni preguntas. Que no puedo contar contigo, ni con nadie. Casi se muere mi padre, y ni un puto abrazo ni un «cómo lo llevas». Que me recuerdas nuestro (ex)aniversario pero no eres capaz de desearme un feliz cumpleaños. Porque has hecho lo imposible para robarme la alegría, que nunca me has querido feliz, sino dependiente y hundida. Y me arrojas al vacío lejos de todo y de todos, esperando que me quede allí y no vuelva. Hasta que tú quieras, claro.

Penar

Era tan suave y tan bien modelado,

con un lunar pequeño y perfecto en un costado.

Era adorable en cualquiera de sus estados,

dormido o despierto le quería a mi lado.

Parecía tan independiente

que olvidaba a quién tenía enfrente.

Llenarlo de besos con todo mi amor,

nos hacía felices siempre a los dos.

Todavía le quiero y le busco,

si no le tengo más me ofusco.

Pues no hay ninguno como él,

que me llene a ese nivel.

Rendición

Me he rendido. He dejado de intentarlo porque nada ha valido la pena. Estoy cansada y triste. Necesito dormir cien años para volver a empezar. Mirar atrás y descubrir que no fue nada, aunque si lo fue, pero que se convierta en algo lejano y endeble. Que me arranco la piel a tiras casi sin pensarlo, porque mi mente no es mía, es del viento y no para de hacer remolinos con ella. Y se me olvida ser persona, mía, pensar y volver a mí. Que ya nadie me pregunta por mí, ni me escucha, ni comparte mis sueños. Que me quiero morir y nacer de nuevo, siendo un yo mejor y más fuerte. No sé vivir. Era una isla y tú me hiciste península para al final desprenderte y volver a dejarme sola, rodeada de nada y de todo, sin saber salir, ni saltar, ni nadar; queriéndome morir por no aguantar tanta sal.

Azul

Ya todo es color azul, azul lejanía, del que que se funde y se convierte en borroso recuerdo. Y recuerdo cada día que pasamos juntos, agarrándome a ello como quien se aferra al último suspiro de vida. Qué forma tan vulgar de perder. Y me come la mierda que golpea mi cabeza, pensando en que no volveremos a abrazarnos, ni a hacer el amor, no cocinaremos juntos, ni pariré tus hijos, ni te peinaré con mis dedos mientras duermas. ¿Quién cuidará de ti como yo lo hacía? Que mis ojos ya no brillan. Que vuelve a arroparme la melancolía. Que no es otro, sino tú, el amor de mi vida. Te quiero tanto que duele. Que me duele no verte, olerte, oirte, tocarte. Y si pudieras sentir lo que yo siento. Y si tuviera un par de segundos de descanso. Que te quiero y no debo, que no debo pero no puedo.

Vacío

El vacío es una muerte silenciosa que ha sembrado tu cuerpo en el mío. Es un vacío que huele a dolor y quema todo como el ácido. Imposible de llenar porque todo lo mata. Es tan extenso como yo quiero y le he dejado crecer como una maleza salvaje y cruel. Y las espinas se clavan en toda mi carne. Moverme es desgarrarme por dentro y yo no paro de rodar en este círculo vicioso que me he montado. Y ya no tengo apoyo que me seque las lágrimas y me saque las espinas, ¿quién va a soportar a quién no cambia su dañina rutina? Y disimulo y hago que nada me importa. Todo va bien y cambiamos de tema.

En silencio

Todavía te lloro en silencio, aunque tú no lo sepas, aunque nadie lo sepa. Y te pienso mil veces al día como si no hubiésemos pasado de ayer. Hoy el mundo es un lugar peor en mi cabeza, porque no estás tú, aquí, conmigo. Y te recuerdo de todas las formas posibles, pero ya no me culpo de no haber sabido inclinar la balanza. No había balanza, no era un concurso y yo me volví una mierda por nada. Y te prometo que intento volver a llenarme, que salgo a la calle y hago cosas de persona normal que quiere salir adelante. Aunque todo me da igual, no tengo a nadie que quiera abrazarme, que me diga te quiero e intente animarme. Y ahora vuelvo a tener la papelera llena de pañuelos desechables.

Retroalimentación

He roto espejos por no soportar verte reflejado a mi lado. Retroalimentación de un dolor brutal y obsceno que me tiene destrozada por dentro. Ya no sé lo que quiero. No sé si es mi corazón o es mi coño el que te llama. Es un cúmulo de circunstancias, es una soledad soporífera que me nubla la mente. Que te quiero (follar) sin argumentos. Y estoy sola en un montón de mierda pensando en reventar mi cuerpo. Que la rabia se vuelve violencia y yo no sé canalizarla. Que te quiero, te lloro y te odio, sin importar el orden. Necesito salir a sudar lo que no está en mis manos.